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Muchas de las cosas que podemos imaginar en este mundo, sobre todo lo relacionado con las  características de objetos o de personas, están relacionadas con el concepto de la dualidad.

 

¿De qué se trata la dualidad?

Cuando nos referimos a una una cosa objeto con alguna característica normalmente estaremos definiendo la característica positiva  y en consecuencia la negativa.  De esa forma si yo digo que un vaso es alto voy a estar diciendo que no es bajo. Si digo que algo es luminoso voy a decir que no es oscuro.

Esta forma de pensar nos lleva a darle entidad a ambas energías a la vez. En nuestro universo imperfecto no existen los  absolutos.  Por lo tanto, si algo es luminoso, también debe participar de la idea de oscuro en algún punto,  porque la luminosidad absoluta sólo existe en nuestra idealización mental.

Si  esto lo llevamos a la relación que tenemos con las personas, con las emociones, o con las cosas que nos suceden nos vamos a encontrar que muchas veces podemos opinar que algo es malo o algo es bueno. Si nos detenemos a analizar un poco en este caso, nos daremos cuenta que es nuestro juicio mental quien coloca esta etiqueta.

Imaginemos por un momento un  mundo en el cual estas realidades sean diferentes.  Recordemos la fábula de los sabios ciegos y el elefante y cómo definían al elefante cada uno de ellos. Nos daremos cuenta entonces que la realidad depende de quién la está percibiendo.

Érase una vez seis sabios hombres que vivían en una pequeña aldea. Los seis eran ciegos. Un día, alguien llevó un elefante a la aldea. Ante tamaña situación, los seis hombres buscaron la manera de saber cómo era un elefante, ya que no lo podían ver.

– Ya lo sé -dijo uno de ellos-. ¡Palpémoslo!

– Buena idea -dijeron los demás-. Así sabremos cómo es un elefante.

Dicho y hecho. El primero palpó una de las grandes orejas del elefante. La tocaba lentamente hacia delante y hacia atrás.

– El elefante es como un gran abanico -dijo el primer sabio.

El segundo, tanteando las patas del elefante, exclamó: “¡Es como un árbol!”.

– Ambos están equivocados -dijo el tercer sabio y, tras examinar la cola del elefante exclamó-. ¡El elefante es como una soga!

Justamente entonces, el cuarto sabio que estaba palpando los colmillos bramó: ¡el elefante es como una lanza!

– ¡No!, ¡no! -gritó el quinto-. Es como un alto muro (el quinto sabio había estado palpando el costado del elefante).

El sexto sabio esperó hasta el final y, teniendo cogida con la mano la trompa del elefante dijo: “estáis todos equivocados, el elefante es como una serpiente”.

– No, no. Como una soga.

– Serpiente.

– Un muro.

– Estáis equivocados.

– Estoy en lo cierto.

– ¡Que no!

Esto nos demuestra que no todos percibimos la misma parte de la verdad.

 

Bajo nuestra visión sólo existe una enorme increíble y energética verdad en todo el universo que es la luz creadora de todo. Desde esa luz cada uno de nosotros ve la realidad de su forma particular. Cada uno de nosotros somos fractales de esa luz que venimos a observar este mundo desde puntos de vista diferentes. En lo que las culturas originarias chamánicas de América, a esto se le llama Anya.

Es por eso que cuando nos enojamos con otro porque piensa diferente, porque actúa diferente, porque siente diferente, lo único que estamos haciendo es ignorando o negando su propio Anya (que en la mayor cantidad de veces es diferente al mío).

Cuando percibimos que nuestra realidad es mucho más grande de lo que nosotros podemos ver somos capaces de aceptar la visión del otro: diferente, contradictoria y hasta a veces incluso dolorosa para nosotros.

En muchos casos el camino de sanación pasa por dejar el juicio de lado sobre lo que piensa el otro centrarme en lo que yo siento y comenzar a percibir mi mundo desde mi. Cuando esto sucede nos damos cuenta del poder enorme que tiene esta frase:

 

El otro no es malo ni bueno es simplemente otro

 

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