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Para poder sanar lo que me molesta afuera es necesario sanar las heridas adentro mío.

El sanador holístico y los consultores de BioExistencia Consciente, siempre comprenden que todo aquello que sucede afuera es un mero reflejo de lo que sucede dentro de uno mismo.  Todo lo que me ocurre fuera no es más que un fractal de aquellas experiencias que anclamos a lo largo de nuestra vida, de nuestra gestación, o incluso de varias generaciones más arriba en nuestro árbol genealógico.

Desde una mirada consciente como la que tenemos aquí, no podemos nunca olvidar que (más allá de la forma en que las religiones lo hayan reformulado) todos somos fractales de esa energía universal, de ese Dios que todos llevamos dentro.  Hechos a imagen y semejanza tenemos los mismos poderes para la creación de nuestra realidad… sólo que los tenemos dormidos, anestesiados a través de numerosos aprendizajes limitantes que hemos elegido adoptar para poder “pertenecer” a la sociedad que nos rodea. Es así como surgen limitaciones acerca de “Lo que debe ser”  o emociones limitantes que nos imponemos a través de los sentimientos de “culpa” o incluso miles de otras  limitaciones que la misma sociedad nos impone como condición para ser “aceptados”  en ella.

Cuando nos conectamos y despertamos ese poder creador, la primera tarea, la más importante y quizás la más difícil es la de tomar conciencia de que somos esa energía.  Somos un fractal de esa energía infinita, con todas las mismas capacidades de omnipotencia y sabiduría infinita, que ha decidido en total consciencia tomar forma humana para vivir una experiencia biológica.  Por tanto estamos inmersos en las leyes de las experiencias biológicas que implican una serie de lógicas que deben ser respetadas y que deben ser tomadas en cuenta en plena conciencia.  Este ser biológico que llamamos cuerpo carga con información de miles de millones de años que lo han preparado para su propósito supremo: la supervivencia de la especie y la proliferación de la misma.

Reconocernos como entes biológicos va mucho más allá de comprender el funcionamiento de nuestras hormonas de nuestros modificadores de estado de ánimo. Es importante en estos casos comprender cómo fue formándose nuestro cerebro a lo largo de la gestación a lo largo de la evolución de la especie durante miles de millones de años, y qué implicancias tienen aparejado cada uno de estos cambios. Partimos desde nuestro cerebro más primitivo, el primero que se crea en la gestación.  Es el  que nos permite las funciones básicas de comer respirar, beber y reproducirse.  Luego pasamos por nuestro segundo cerebro. Es el que, una vez que hemos garantizado la supervivencia básica, se ocupa de nuestra protección.  Allí aparece  nuestro tercer cerebro, el que se ocupa de nuestro territorio de nuestra expansión de nuestra comparación con los otros.  Es el que nos permite medirnos y saber si somos predador o presa.  Es el que nos potencia hacia afuera y nos permite “hacer”.  Finalmente aparece nuestro cuarto y último cerebro, el que está relacionado con la relación con los demás. El cerebro que tiene que ver con nuestras relaciones más elevadas y que nos diferencia de muchos otros seres del reino animal. Todos estos cerebros tienen un orden jerárquico donde el primero, el cerebro más primitivo es el que manda por sobre el resto. No negocia con nadie. La supervivencia tal como la entiende ese cerebro es innegociable.  Luego sucesivamente cada uno de ellos tiene prevalencia sobre los posteriores  de forma tal que aquel cerebro que maneja nuestra parte social y relacional es el que siempre estará influido por las experiencias y mandatos de todos los anteriores.

Es por eso que cualquier situación que suceda en nuestra realidad en cuanto a la relación con un tercero puede tener una base biológica oculta en nuestro inconsciente. Sin embargo ese bloqueo biológico no aparece porque sí.  Todo bloqueo, consciente o inconsciente aparece como consecuencia de una reparación de algo que sucedió más arriba en nuestro clan. Ya sea en el momento en el que estábamos en el vientre de mamá o cuando mamá estaba en el vientre de la abuela o alguna historia de alguno de nuestros abuelos bisabuelos tatarabuelos o varias generaciones hacia arriba, alguna de esas historias fuerzan a nuestro cerebro a comprender inconscientemente que la mejor solución para evitar caer nuevamente en ese gran dolor, en esa muerte que sucedió más arriba. Recordemos siempre que la supervivencia de la especie humana está supeditada a estas leyes biológicas donde algo que produjo un enorme dolor biológico quedó marcado como no repetir.  Este dolor puede tener que ver con una muerte real, una muerte simbólica, una separación del clan, un abandono, un excluído, etc.  Lo cierto es que a nivel inconsciente ese tipo de experiencia quedó marcada con un enorme cartel de “no repetir”, y hoy mi realidad lo manifiesta como algo que yo siento como un enorme obstáculo en mi vida.

Es por eso que si yo me peleo con mi jefe qué se llama de una determinada forma, que tiene una fecha de nacimiento y de concepción determinada, y a esa fecha de nacimiento le corresponde en el inconsciente colectivo un santo un aniversario, o alguna fecha que en el inconsciente colectivo sea relevante para mí inconsciente. Es muy probable que si yo me peleo o siento una determinada emoción con este jefe, esté reaccionando energéticamente con esa persona a quien ese jefe me está reflejando.

En muchos casos ya sea con parejas jefes o relaciones de diferente tipo existen referencias muy directas en nuestros padres o nuestros abuelos. Pueden estar presentes en historias recientes que se pueden ver fácilmente en una sesión de decodificación. Cuando llegamos a esos lugares y logramos comprender la lógica biológica con la que estos ancestros actuaron nos damos cuenta que no existe nada que perdonar, que no existe nada por qué culpar y todo está por trascender.

Esta es la mirada que en Yo Conciencia desde la BioExistencia Consciente que aprendimos en el Instituto Humano Puente proponemos para poder sanar nuestra realidad y empezar a darnos cuenta que para que las cosas no nos suceden por fuera las tenemos que trabajar por dentro.

 

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